lunes, abril 18

Re-Conciencia

La mente es al mismo tiempo, el mejor y el peor aliado del ser humano. Desde que nacemos hasta los siete años aproximadamente vivimos en una frecuencia mental que nos hace confundir la realidad con la imaginación, nos engañamos a nosotros mismos pensando que hay un monstruo en el armario o que el dragón escondido en el pozo en la excursión a la granja escuela es tan real como la telequinesis de Matilda de la película que nos enseñan en el colegio.
A partir de los ocho años en adelante y por supuesto, según distintos niveles de desarrollo y crecimiento individuales, en nuestra mente se tejen grandes redes que constituirán nuestros hábitos y constumbres más arraigados. Son eso telares construidos por nuestros propios padres, hermanos, amigos, entorno y ambiente los que dictaminarán los patrones con los que actuemos día a día de manera subconsciente a lo largo de muchos meses e incluso años. 
Dependiendo de cada persona y de las programaciones que lleve consigo dentro, será en su etapa de adolescencia (sobre todo entre los catorce y los dieciocho años) cuando el cuerpo se encuentre en contradicción con dichos programas mentales, que ni sabe que existen ni se puede imaginar poder cambiarlos. Esto supone un reto significativo que solo conlleva frustracción y ataques de rebeldía incontrolada, y que no se puede combatir hasta que uno alcance por sí mismo un suficiente nivel de desarrollo personal que le permita acceder a la parte consciente de la mente para elegir autonóma y libremente modificar dichas programaciones mentales. 
El término 're-conciencia' que titula esta entrada no significa mucho, de hecho, puede ser mejor re-programación pero en cualquier caso, abro de nuevo el blog tras tantos años en standby esperando que mi etapa de lucha con el subconsciente cesara y dejo la semilla de la cuestión: ¿has conseguido despertarte?

lunes, noviembre 5

Muñeca

Vio cómo brillaba la luz de la lámpara de su habitación reflejada en el espejo. Se miró de arriba a abajo y se dio cuenta del reciente parecido que había creado con la muñeca que quieta, inmóvil y sin vida guardaba silencio desde lo alto de la estantería. Abrió los labios en un ademán de decirle algo al reflejo de la muñeca y los cerró pensando en lo inútil de dicha acción. Se tumbó y cayó dormida, un profundo sueño le asaltó en lo más profundo de su ser, y su mente, como algo ajeno a su voluntad, empezó a tejer una historia, una película cuya pantalla era la oscuridad de los párpados cerrados. Dio un salto y se puso en pie, lo había vuelto a soñar. Había vuelto a soñar con su cuerpo, su propio cuerpo metido dentro de aquella muñeca. Intentó pronunciar alguna palabra, cualquiera, la que fuera y ningún sonido salió de su garganta, quiso gritar y ningún grito pudo emitir, intentó llorar y ninguna lágrima huyó de sus ojos, quería oír, escuchar qué pasaba, pero un silencio ahogaba aquel cuarto. Abrió los ojos y se levantó. Había soñado que despertaba simplemente pero ahora estaba despierta de verdad. Cantó,  bailó, rió, lloró de la emoción. Qué bonito era vivir, qué hermoso era escuchar el ruido de tu alrededor, un ruido ambiente que nunca te abandona, la televisión del vecino de fondo, las gotas de lluvia en la ventana, tu propia respiración. Volvió a mirar a la muñeca, esta vez fijamente, era hermosa, era perfecta. Tenía una simetría impresionante, unos ojos brillantes y unas trenzas impecables pero no oía, no olía, no veía, no sentía. La abrazó, la besó y la mimó. Se propuso revivirla.